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viernes, 6 de febrero de 2015

POEMA DÍA VI/II/2015:"La vista de al amanecer",Jorge G. Aranguren

POEMA DÍA VI/II/2015:"La vista de al amanecer",Jorge G. Aranguren


LA VISITA AL AMANECER 

Sarà un giorno tranquilo,
di luce fredda.
(C. PAVESE)

No será tan hermosa
como tú;
ni tendrá tu cálida sonrisa,
las pupilas como el campo de octubre,
los pómulos de fruta.

No será hermosa
pero llegará con pies livianos
al despuntar el alba.

Llegará por el camino del rocío,
con dedos nerviosos sujetará el bolso de viaje,
y después
preguntará por mi nombre mientras despiertan los pájaros del huerto.

Pienso que ha de mostrar curiosidad sincera por mi vida,
y a lo mejor,
por halagarme,
me habla de los haikus de Basho
o de mis hijas, 
que ya estarán casadas y lejanas,
o del mar y sus milagros.
Puede que me hable del colegio y comparta mi recuerdo
de soledad;
llegará tan de mañana que me veré forzado a comprender enseguida.

Le ofreceré de beber
-quedan naranjas frías en el congelador,
sírvase, hija…-.
Me pondré la chaqueta de los domingos y una camisa nueva.

Hablaremos un poquito de todo;
ella cobrará confianza,
le diré: usted me gusta porque se pinta discretamente.

Y nacerá un pequeño y pálido silencio
mientras pasan los primeros camiones de basura y la luna se empaña.

Abrirá el bolso y me enseñará fotos
desvaídas,
flores de papel, 
banderas y recortes,
sé que me va a costar aguantarme las lágrimas de viejo sentimental.

Toseré un poco, 
entornaré los párpados,
le diré que he olvidado tantos nombres y días,
que no me importa lo que ya sólo es polvo.

Vendrá la muerte y pisará las migas
puestas para los pájaros,
será sencillo pero tendré miedo,
clareará la mañana y el sol me obligará a cerrar los ojos,
habrá humo blanco en algunas chimeneas.

Pensaré que me quedaba un libro por abrir,
un consejo que dar,
una mejilla donde posar los labios fríos de la vejez, quedarán
amarguras para poner derechas en el último estante.

Pensaré todo eso y nos levantaremos;
ella se arreglará el cabello, 
me tenderá la mano
con cierta indecisión,
y abriremos sin demasiada prisa la puerta que da al campo
-la tierra helada en la delgada siembra del rocío-.
Cómo te añoraré…

Y creo que por primera vez
una mujer ha de cederme el paso, y yo voy a aceptarlo.

(Del libro Vivir con Proserpina, Kurpil, San Sebastián, 1974)

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