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viernes, 26 de junio de 2015

JUAN MAYORGA

JUAN MAYORGA


- Yo escribo teatro porque me hace feliz escribir teatro, desde el acto mismo de escribir, de imaginar, de estar encerrado volviéndome loco -creo que escribir es eso, encerrarse y volverse loco, para luego compartir tu locura con los demás.
-El teatro, arte de la palabra, es también el arte del silencio. En teatro, el silencio se escucha. Se pronuncia.
-En el teatro se produce el fenómeno de yuxtaposición y simultaneidad con la realidad, que te permite colocar a tres actores que están en diferentes niveles, a edades distintas o tres actores que sean de edades del mismo personaje.
-El verdadero arte está hecho de valor, decir la verdad aunque duela. No hay oficio más cruel que el del escritor, porque se expone, se desnuda y desnuda. Esa valentía, la de mirar algo de lo que los demás apartan la mirada, es el núcleo del talento mismo.

-Nunca doy por cerrado un texto, porque es la propia vida la que los reescribe. Reescribir es para mí, fundamentalmente, tachar; descubrir que lo que se expresa en dos frases puede ser sintetizado, y de forma más elocuente, en una. Y que una frase puede ser sustituida por un gesto. Que una acotación es superflua porque limita las posibilidades a un actor, o le conduce de forma autoritaria por un camino determinado. Las puestas en escena me enseñan mucho: las preguntas que me hacen los actores, el diálogo con los directores, escenógrafos, iluminadores, vestuaristas... Y por supuesto, el espectador. Y finalmente, me enseña la propia vida, que me hace descubrir qué es lo relevante y qué es lo superfluo. qué debe ser desarrollado y qué debe ser despreciado.
-Escribo cuando hay un impulso, una imagen, una idea, una historia, que me gana.
-Como dice uno de mis personajes, Volodia, no hay nada más parecido a la vida que el teatro, y la vida y el teatro se alimentan permanentemente. Escribir teatro, versionar textos, hablar de teatro, enseñarlo... Dialogar sobre teatro es dialogar sobre las posibilidades de la vida. Y hacerlo es un privilegio.
-El conflicto más importante que ofrece el teatro no es aquel que se presenta en escena, sino aquel que se da entre el escenario y el patio de butacas. Un teatro que no divide el patio de butacas y que no divide al espectador es un teatro irrelevante. El verdadero teatro ha de ser capaz de sembrar el conflicto en el corazón mismo del espectador.


-Del verdadero arte no deberíamos salir más seguros, no deberíamos salir confirmados; el verdadero arte debería crearnos problemas.Eso creo que debería hacer el arte, asaltar al espectador y ponerlo en una situación de peligro, no reforzar sus convicciones.
-El mejor actor es el que con un solo gesto es capaz de dar cuenta, por ejemplo, de la transición de su personaje de la tristeza a la euforia, y el mejor dramaturgo es el que con una sola frase o una sola acción es capaz de dar cuenta de una situación o incluso de una época. Eso es lo que consiguen Sófocles, Shakespeare o Chéjov.
-La filosofía no es una disciplina académica, es un plan de vida; todos estamos llamados a ser filósofos, también los que hacemos teatro. Por supuesto que el teatro es emoción y es poesía; pero el gran teatro, el mejor teatro, también es pensamiento: el teatro de Shakespeare, el teatro de Calderón, el teatro de los grandes griegos. Siento, he dicho alguna vez, que el teatro puede poner al espectador ante preguntas para las que el filósofo todavía no tiene palabra.
-El teatro es dialéctico. Un actor puede descubrirte una luz, una herida que tú no viste en un personaje, un escenógrafo puede enseñarte las posibilidades o los límites de un espacio… Cuanta más libertad ofrezcas a esos otros creadores, tanto mejor.Cuando asisto a un espectáculo sobre un texto mío siempre aprendo cosas. A veces el espectáculo empequeñece el texto, pero otras aparecen sentidos que yo no había previsto, y esa es para un autor una experiencia formidable.
-El teatro hoy, como siempre, tiene algo muy importante que ofrecer. El teatro es reunión y es imaginación. El teatro requiere de la imaginación del espectador, no existe en el escenario, existe en la cabeza del espectador, y si el espectador no le entrega su complicidad, no hay teatro.
-El teatro tiene además la capacidad de darnos a escuchar otros lenguajes y otros modos de decir y, por tanto, nos da ocasión de examinar cómo usamos las palabras y cómo somos usados por las palabras.
-Desde los griegos, lo que hace el teatro es construir ficciones que nos permiten observar nuestra propia vida. En el escenario se nos da a ver lo que nuestra vida es o lo que nuestra vida podría ser.
-Pienso que mi teatro habla una y otra vez de esa condición paradójica del ser humano: somos frágiles, estremecedoramente frágiles, y, sin embargo, no nos resignamos a nuestra fragilidad, sino que peleamos, peleamos por la belleza, por la dignidad, por la libertad, por la justicia, muchas veces contra enemigos interiores, enemigos que están dentro de nosotros.


-Creo que el teatro no debería estar en un margen de la escuela sino en su centro, como todas aquellas artes que puedan ayudar a la gente a encontrar su voz. Además, el teatro enseña responsabilidad; cuando uno está haciendo una obra con otros sabe que en cierto momento ha de saberse su papel; si no, todo se vendrá abajo; no es como no haber estudiado el examen de química, donde tu posible fracaso es solitario; en el teatro cada participante es responsable de todos los demás.
-La complejidad de la crítica que un arte genera da cuenta de la fuerza de ese arte. Que un hecho artístico sea capaz de provocar una conversación crítica, informada y compleja, es un rasgo de la fortaleza de ese hecho artístico y de la sociedad en que esa conversación se da.
-Yo intento hacer un teatro tan complejo como sea posible, tan complejo como
lo es la vida humana, en el que haya cultura y a la vez emociones elementales. Al mismo tiempo busco estrategias para interesar a gente muy distinta.
-Al espectador hay que hacerle cómplice de la dificultad. Si lo intentas engañar te va a pillar y se va a enfadar contigo. Por el contrario, si le haces cómplice desde el principio, el poder del teatro es inmenso. Como decía Borges ‘el teatro es el arte en el que un hombre finge ser lo que no es y otro, el espectador, finge que se lo cree.
-Durante mucho tiempo sentí desconfianza acerca de mi capacidad como director, hasta que me topé con un material en el que sí creía que podía tener una voz original. He descubierto que el espectador es un lector y que dirigir un espectáculo no es sino escribir en el espacio y en el tiempo.
- Sólo un ingenuo puede pensar que aquí y ahora la libertad de creación es absoluta. Hay temas y puntos de vista que la sociedad castiga, y otros que el mercado excluye. Y hay autocensuras y autoengaños del creador que se tiene por lobo cuando en realidad es cordero
-El teatro es el medio más directo y diverso que conozco para compartir mi asombro hacia la vida.El texto es la causa primera de una cadena de desplazamientos —de traducciones— que culmina en el milagroso encuentro entre el actor y el público.
Y el público es la gente para la que trabajo. El teatro sólo tiene sentido si se hace para la gente. Lo que no significa dar a la gente lo que la gente quiere. A veces la mejor forma de ser útil a la gente es desafiarla, ofrecerle lo que no busca.

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