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martes, 9 de junio de 2015

RODRIGO GARCÍA

RODRIGO GARCÍA


-“Me he empeñado en buscar mis propias reglas, afilando mis propias herramientas,
ajustando las palabras, las ideas, siempre teniendo en cuenta el teatro,
como retorcerle el pescuezo, hacerle gritar, sacarle el jugo.

- Mi obra suele tacharse de violenta, pero no estoy tan de acuerdo. La violencia está en la calle, en la política, en países enteros que la sufren… yo sólo me expreso usando mis herramientas, a veces son duras, pero nunca tanto como la vida. Señalar la violencia —que es distinto de ser violento— es más importante que ocultarla. Señalando la violencia podemos hacer algo, replantearnos cosas. Ocultándola no le damos el valor que tiene, ocultar la violencia es pesimista, señalarla es, creo, algo positivo. Yo intento que en mi obra también haya un sitio para el amor y la esperanza. Ahora leo un pequeño libro de un filósofo francés, se llama André Compte-Sponville. Dice que la desesperación e incluso muchos suicidios llegan porque uno se hace una idea falsa de la vida, porque uno tiene demasiadas buenas expectativas… y como la vida es dura, llega esa realidad como algo brutal y decepcionante. Dice que lo mejor es ser conscientes de lo trágico y doloroso que tiene la vida y que de esa manera la decepción no será tan grande y la vida entonces nos resultará más soportable y le daremos más valor a lo bueno, a las alegrías, al amor. Al mostrar lo crudo de la realidad, creo que contribuyo a pensar que la vida puede ser más agradable, si somos conscientes de que no todo es color de rosa.
-La idea de obra abierta me interesa sólo cuando existe en ella cierta estructura
latente, una misteriosa coherencia. Si no prestásemos tanta atención a lo formal
nuestro trabajo no tendría gracia. Peor: no seríamos artistas”.


-"Eso que dicen que el teatro es un espejo de la realidad, pues a mí no me interesa. Para mí el teatro tiene que enseñar otras realidades, otras formas, realidades asociadas sobre todo a mayor libertad. Todos vivimos con tan poca libertad que no nos permitimos muchas cosas, gritar, cantar, tirarse al suelo, hay muchas cosas que no nos las permitimos y que son cosas humanas. En el teatro a veces lo que me gustaría es que el espectador sienta envidia."
- "Doy un salto de lo político a lo poético y de lo social a lo íntimo; antes había denuncia social muy clara y ahora tiene más peso lo que encuentro hurgando hacia dentro, asuntos más universales y más íntimos como el amor y la muerte".
-Yo vivía en un barrio de chabolistas, en mi casa no había ni un libro; vengo de un realidad que aún existe y que confronto con algo como esto de vivir en la opulencia, que es como se vive en España, ignorando que la mayoría de la población mundial vive en condiciones de mierda".
-Cada individuo es diferente. Por genética y por cultura. Lo que unos consideran obvio, resulta que para otros es necesario. Yo tengo una tendencia… a evitar lo elitista y lo oscuro… tal vez quite fuerza poética a mi obra, pero es lo que hay. Cada artista expone en su obra sus limitaciones. Con ellas trazo mi peculiar caligrafía. Creo que es una caligrafía reconocible y ya es algo.
-"Hoy está globalizada la incultura y el ocio, o la banalización del ocio, antes éste se asociaba a algo elevado. Ahora es pasar el día en un centro comercial".


-"Me apetece reflejar en el teatro puntos abstractos y oscuros, el teatro tiene que ser más oscurantista y no tanto el espejo de la realidad, ¡qué coño de espejo!.Tiene que proponer otras realidades poéticas, que la gente vibre, que tenga envidia, intente invertir todos los valores... Todas eso debería ser. La vida fluye a escondidas y las cosas más interesantes son las misteriosas, las que no acabas de comprender, para que a través de ellas nos demos libertad para la locura".
-En el teatro, pienso, todo es ficción. Y no se muere nadie nunca. Se experimentan, en el teatro, sólo dos cosas como sensaciones reales: miedo y violencia. Miedo de comunicar lo que tienes la obligación moral de comunicar. Violencia como sistema de autodefensa, ya sabes, por aquello de no resultar lo suficientemente interesante.
-¿Quién habla y quién actúa? Siempre es una multitud, incluso en la persona que habla o actúa. Todos nosotros somos grupúsculos. Ya no hay representación, sólo hay acción, acción de la teoría, acción de la práctica en relaciones de relevos o redes.
-Yo prácticamente no recuerdo nada. Ni lo que he hecho ayer. Y sin embargo intento rehacer una obra. Es decir: hacer una obra biográfica. Creo que en esa lucha por recordar está la gracia. No en el recordar, sino en el poder desvirtuar a tus anchas. Completar. Mentirte a ti mismo. Exagerar. Y por supuesto, ocultar. La parte más importante de mi obra es la que no me atrevo a contar, mi gran vergüenza.
-El teatro es un trabajo en equipo. Es fácil encontrar un equipo para hacer Shakespeare o una obra que aspire a “triunfar”, pero es muy difícil encontrar un equipo que participe en poéticas como la mía, donde el éxito no existe, por más premios que me den. Porque siempre mi obra genera controversia, nunca tengo consenso, y eso me gusta, me hace sentir vivo, que hago un teatro vivo, un teatro que hace preguntas a veces incómodas, a veces, como apuntas, superfluas y lo lamento de veras. Versus la pieza que vamos a presentar en la Laboral, sigue en esta línea y creo que es una obra excesiva, con muchas zonas que invitan a la controversia. Coexisten muchos temas en la obra, y no puedo resumirlos ni apuntarlos.
-Mujer: Me han colocado en las manos, durante toda una vida, millones de objetos
terminados, minuciosamente acabados. ¿Y si no estoy hecha yo para esos objetos?
Nunca os lo habéis preguntado, vosotros, inventores de la talla única. Me acabará
creciendo el pelo y las uñas hacia dentro. Será mi mejor forma de apartarme.
(Matando horas, p.178)
-"Está así el patio
Porque nos hemos tirado la vida sin hacer nada
Porque nos hemos tirado la vida haciendo lo que nos dijeron
Que era bueno hacer
Saludable hacer
Razonable hacer
Al final, hemos hecho lo que nos han ordenado
Y me como el tarro
Y me vuelvo loco
Y me voy a la cama llorando
Y cuando desayuno, joder, desayuno llorando
Y pongo las tostadas perdidas, hostias
¿Y sabes por qué?
Porque no inventé nada, hostias
No inventé anda
No participé en la creación de nada de lo que me rodea
Ni de los vasos en los que bebo agua a diario
Ni del avión que me trajo hasta aquí
No sé nada de cartografía
No sé cómo funciona mi ordenador
No construí con mis manos mi casa
No he plantado ni criado nada de lo que como a diario
Me encontré todo hecho
No sé cómo se fabrica el papel de los libros que he leído
No hice vino
No inventé la televisión
Ni las vacunas
No inventé las reglas del fútbol
No trabajé en la fabricación de la primera silla
No se me ocurrió antes que a nadie ponerles a las casas ventanas
No inventé el colchón
Ni descubrí el huevo frito
No se me ocurrió el bolígrafo
Sólo manejé información
Es decir: toda la vida con las manos vacías
Sucias
Llevando y trayendo y usando las ocurrencias de los demás
(…)
Hago cosas de animales simples:
Criar hijos y enseñarles a manejar
Objetos que inventaron unos desconocidos
Luego nos quejamos de que esas cosas
No mejoran sus vidas
Ni mejoran nuestras vidas
Que algunas son inútiles y hasta peligrosas
En vez de cerrar la puta boca y hacer algo de verdad
(Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo, 2003, p.15-17).




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